UNION DE TRABAJADORES DE LA TIERRA
“AGROECOLOGÍA COMO REALIDAD EFECTIVA”
Desde el epicentro de los cultivos a base de biogenética y glifosato, se gestó una organización local para discutir el paradigma del agronegocio entrerriano. Este proceso local convergió con la expansión a escala nacional de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT).
Hay una apuesta por reconstruir el vínculo entre la mesa familiar y la producción de alimentos como un proceso de conciencia social y organización política. Desde esa relación se apuesta por construir una legitimidad que respalde la reconstrucción del sujeto productivo del campesinado.
Des-romantizar la ruralidad, tecnificar la producción y garantizar la distribución de alimentos saludables son parte de los desafíos. También resignificar al sujeto campesino para que vuelva a ser un actor en la discusión estratégica de la soberanía alimentaria y el modelo de producción agrícola.
DIMENSIONES
Los cuatro ejes que conforman la matriz de análisis del PFFM buscan ser un conjunto de nuevas coordenadas para abordar, analizar y comprender experiencias concretas. A continuación, ponemos en diálogo esos conceptos con las diferentes dimensiones de las experiencias relevadas.
PAPA DEL FIN DEL MUNDO
No hay posibilidad de desatar una transformación agroecológica sin un sujeto que lo impulse. El impacto de décadas de expulsión de la población rural demanda un trabajo de reconstitución del campesinado entrerriano. Este proceso debe ir a la par de la construcción de una legitimidad amplia que respalde una reformulación del paradigma de producción de alimentos.
La apuesta es proveer alimentos sanos y directos de los productores para generar condiciones concretas que garanticen el sustento de las familias productoras, y a la vez, generar una demanda de alimentos sanos en la población urbana que active debates en torno a los agrotóxicos y la genética de las semillas.
No hay soberanía alimentaria sin un sujeto popular que rompa la lógica de las corporaciones.
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“En Francisco hay una decisión de protagonizar la salida a la crisis. Su respuesta es profética y política. Si la Teología de la Liberación recordaba que son un mismo grito el de la tierra y el de los pobres, Francisco deja en claro que no hay resguardo de los bienes comunes sin un protagonismo de los pueblos. El cuidado de la Casa Común demanda pueblos ejerciendo sus derechos como soberanos.”
“El centro geopolítico agota su capacidad para trazar las vías de un futuro sustentable, y necesita de la potencia de la periferia para trazar una nueva arquitectura global.”
DE LOS PAISES EMERGENTES A LAS PERIFERIAS ANOMALAS
La división internacional del trabajo, las ventajas comparativas y la concepción de la comida como un commodity, imponen en la ruralidad entrerriana el paradigma de la siembra directa y el glifosato. Proyectar una transición agroecológica en esas condiciones demanda no solo experiencia de producción local sino una estrategia de construcción política para disputar la lógica hegemónica en el estado y la ciudadanía. Solo un debate en torno a la alimentación en clave política puede romper la inercia del modo en que interviene el estado en este plano. Para lograr ir más allá de la asistencia social o la incorporación de los productores al paradigma del agronegocio, se necesita desromantizar la vuelta al campo y abordarla en una perspectiva de construcción de poder.
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“La fuerza histórica de los pobres existe, se organiza y se despliega para salir de la pobreza. ¿Pero hacia dónde se sale o hacia dónde se llega? Este parece ser también el límite de la lógica de la inclusión.”
“Pensar nuestra situación nacional desde la categoría “PAÍSES EMERGENTES” es aceptar el paradigma del capitalismo financiero global y su perspectiva del desarrollo. Mejor, vale la pena pensar lo que emerge en las periferias y el pueblo, las categorías que este plantea para dar cuenta de sí mismo.”
TRANSFORMACION SOCIAL
Si no hay protagonismo real de los campesinos, no hay posibilidades de construir un proceso de organización sostenido que involucre y dinamice a los productores en la ruralidad. La consolidación de liderazgos genuinos en el sector de la agroecología es lo que permitirá que emerja ese entramado productivo fuerte y arraigado. Articular la capacidad productiva con la formación de cuadros campesinos es una tarea estratégica. Hay una apuesta por subordinar la lógica de los intelectuales o militantes del ambientalismo a la de los trabajadores rurales concretos. La organización permite romper el aislamiento que genera la ruralidad para construir un programa de acción de campesino a campesino. Se avanza con lo que hay y se articula para sumar.
(…)
“En la cooperación internacional y en diferentes espacios de intervención más o menos vinculados a ella, “social” suele expresarse siempre asociado a “socio-ecológica”. Y aquí ya hay una opción y al mismo tiempo el punto de llegada de un camino de reflexión y de planteo de horizonte. No obstante, es posible preguntarse si acaso puede decirse también “socio-política.”
“Lo que Francisco le dice a los movimientos populares es “gobiernen, recuperen su soberanía”. Pero más profundamente, el planteo es salir del corset conceptual y práctico a la vez (ideológico) que los limita o los neutraliza como sujetos.”
COOPERACION INTERNACIONAL
La crisis ambiental y la transición agroecológica son temas instalados en la agenda de la cooperación internacional. También van aumentando su centralidad en los debates públicos y gubernamentales.
El desafío es como construir un puente entre esta agenda global y masiva, con los sujetos concretos que ya están trabajando la tierra más allá del paradigma del agronegocio o el mero alternativismo verde. El abastecimiento de alimento sano y directo de los productores construye un vínculo estratégico para alcanzar una cooperación entre la ciudad y el medio rural.
El arraigo y la organización en torno a la producción dan una mirada operativa y realista respecto a los planos en donde se necesita potenciar la organización y el desarrollo.
(…)
“Mientras no construyamos una cadena de equivalencias, una articulación popular con la fuerza política de la unidad; mientras la participación y el protagonismo se de en los campos establecidos que les son reservados, las demandas y proyectos transformadores serán admisibles para el paradigma.”
“Lo que está por fuera del paradigma dominante necesariamente se nos presenta como extraño, raro y peligroso. Sin embargo, esta es la condición de posibilidad para encontrar la novedad y asumir lo real de los conflictos y la transformación.”
IMAGEN / CONCEPTO / HISTORIAS
Transmitir la potencia de una experiencia demanda más que datos, tablas o textos. Necesitamos imágenes, colores, conceptos e ideas para contar historias que valen la pena.
CONTEXTO
PERIFERIAS
IMPRONTA ORGANIZACIONAL / INSTITUCIONAL
DESTINATARIOS / SUJETOS / ACTORES
OPCIONES DE INTERVENCION
METODO / MODO DE HACER
MOTIVACIÓN / SUBJETIVIDAD / ESPIRITUALIDAD
CONCEPTO POLÍTICO
HIPÓTESIS DE TRANSFORMACIÓN
SOSTENIBILIDAD / PROYECCIÓN / COOPERACIÓN
CRISTIAN ACOSTA (UTT – ENTRE RIOS)
“PODER LLEVAR EL PRODUCTO FÍSICO, AGROECOLÓGICO Y MOSTRANDO DE DONDE VIENE ESA COMIDA, PERMITIÓ MATERIALIZAR ESA DEMANDA HISTÓRICA”
PFFM – Desde el Polo Formativo del Fin del Mundo tomamos la iniciativa de abrir la mirada en Argentina y volver a ver cuáles son, a nivel de las organizaciones sociales y de la sociedad civil en general, los movimientos que se están gestando y que valen la pena dar a conocer, a nivel internacional pero también a escala local. Nos interesa la experiencia de la UTT, pero también lo que ocurre en una provincia muy compleja como es Entre Ríos, con el tema del glifosato, la producción agraria y la discusión por la tierra. ¿Cuál es la diferencia entre la mirada ONG, ruralista, y la mirada de la organización popular y los movimientos? ¿Cómo influye la pandemia?
CRISTIAN ACOSTA – Lo que ha pasado en este último tiempo es la explicitación de la enorme debilidad que tiene el sector agrario en Entre Ríos. Para la alimentación de la gente dependemos de otros mercados de producción, como el santafecino o el central de Buenos Aires, que abastecen en un 90% a la provincia. El Estado ha tomado recetas durante muchos años y no han dado resultado. Pero también, por esa razón es que empezamos el trabajo territorial y en eso crecimos muchísimo. A las autoridades les sorprende porque no saben cómo pudimos llegar a donde están los agricultores y organizarlos, cuando ellos lo intentaron durante muchos años y no pudieron. Creo que tiene que ver con una lógica distinta de ver el territorio y el sector en sí. Ahí está la clave. Hay un dinamismo muy grande en una sociedad que demanda otro tipo de alimentación. Al aparecer la UTT y poder llevar el producto físico, agroecológico y mostrando de donde viene esa comida, se pudo materializar esa demanda histórica. Antes era una demanda política, reivindicativa, de una necesidad, pero hoy está en parte apareciendo una producción agroecológica de la cual la sociedad empieza a apropiarse y a exigirla. Ante este nuevo escenario, nosotros tenemos que intervenir sobre la articulación de la política pública, el Estado y las instituciones, para atender con otra mirada el desarrollo del sector de la agricultura familiar.
PFFM – Hablabas de otra mirada y otra lógica de transitar el territorio. Si tuvieras que describirla, en lo que refiere a la UTT o a tu experiencia particular, ¿en qué consiste esta lógica?
CA – Cuando el Estado articula con los sectores productivos lo hace con técnicos. Pero si se hace de campesino a campesino, como lo hacemos nosotros, la vinculación ya de por sí es distinta. Uno no solo comprende las dificultades que tienen, sino que además las padece. Hablamos un mismo idioma. Cuando aparece un técnico que no tiene un correlato territorial y no conoce el desarrollo de las problemáticas particulares del sector, los campesinos lo tratan con distancia. Los técnicos son muy valiosos pero con eso no alcanza.
Después, hay una cuestión histórica de expectativas no cumplidas. Se han desarrollado muchos programas, con buenos nombres y muy buenas líneas, que quedan siempre en la órbita de los que tienen acceso a los títulos. Pero la familia campesina que está metida en el último rincón no se entera nunca. Queda ajena.
En Entre Ríos hay 17 departamentos. Tenés alrededor de 23 municipios, pero hay 153 comunas rurales con menos de cuatrocientos habitantes. A esas comunas no llega nadie. Cuando hablamos con los jefes de las comunas, la organización termina haciendo el rol que ellos como autoridades públicas deberían estar haciendo. Pero no lo tienen. El Estado atiende solo las cabeceras de departamento y los municipios grandes.
PFFM – Está la cuestión de llegar adonde no lo hace el Estado, y de llegar con algo que no es lo tecnocrático. Pero a un mismo tiempo, a pesar de la crítica del modo clásico de implementación de la política pública, la UTT articula con el Estado. ¿Cómo se organizan para afrontar ese doble juego?
CA – A nivel nacional hay un secretariado nacional donde están los delegados de cada provincia. Después tenemos una mesa provincial con los secretarios y delegados de cada territorio que hacen el rol gremial de la base organizado por departamento. En ese esquema provincial también hay un referente técnico para la asistencia productiva, referente de género, área de comercialización, entre otras cosas. Nosotros por necesidad muchas veces suplimos al Estado en el territorio, y en la medida que este quiere articular, lo hacemos en lo concreto. La organización por sí sola hay cuestiones que no puede resolver. Al menos es lo que nos pasa en Entre Ríos. Y pese a esto, resolvemos un montón de cosas sin tener la posibilidad de una articulación efectiva. Eso la gente lo nota. Ve que nosotros con muy poco desarrollamos un montón. Venimos demostrando de una forma muy artesanal que a veces hay que hacer con lo que se tiene.
Tenemos el dicho interno de que estamos obligados a hacer el pan con la harina que tenemos, porque si quisiéramos hacer el mejor pan con la mejor harina, sería una cuestión de expectativa. Con lo que tenemos hay que ayudar a resolver, y desde esa lógica hemos avanzado
Un ejemplo muy simple para verlo es lo que nos pasa con las semillas. En Concepción del Uruguay nos dieron muy poquitas semillas para 33 familias productoras, mientras que el área de desarrollo social se lleva cantidades de kilos para familias que no saben a quién se las van a entregar. Estas últimas familias, por más que reciban semillas, tendrán un fracaso de producción del 50% o el 60%. Probablemente puedan producir algo, pero no resolverán el problema de la soberanía alimentaria. Ahora bien, eso puesto en manos de familias productoras, puede ser el abastecimiento de verdura ecológica para de acá a 45 días. Y ahí no hay articulación, hay una desproporción.
PFFM – Sería interesante que describas el laburo de la UTT, que en todos lados pone en cuestión el modelo de abastecimiento de comidas, pero en provincias productoras de grano se cruzan explícitamente los poderes de los grandes productores y la lógica que introducen ustedes ¿Cómo llevan esa discusión política?
CA – La lógica de cómo se conformó la UTT a nivel general, inicialmente en La Plata, se dio con la matriz frutihortícola, principalmente hortícola. Con el tiempo se fueron incorporando sectores ganaderos, cría de aves, y otros sectores agroproductores, hasta que llegó el sector de granos. El problema es que Entre Ríos produce granos. No tiene horticultores. Si bien nosotros producimos el alimento que ponemos arriba de la mesa, lo estratégico es cambiar el desarrollo productivo en los sectores claves, y más aún en una provincia que concentra la producción de granos como materia de exportación. Entonces tenemos que hacer una reflexión enorme sobre cómo producimos trigo, maíz o mismo la soja, para que vaya al mercado interno. Ese es el desafío estratégico. En lo inmediato la táctica que nos dimos es poner el alimento rápido arriba de la mesa, y en las mejores condiciones, para que esa sociedad alimentada sea nuestro cordón de solidaridad frente a las otras demandas que tenemos por delante.
PFFM – Algo que surgió cuando hablamos allá, en Entre Ríos, es la desaparición del campesinado como sujeto político y como sujeto productor desde los noventa para acá. ¿Vos planteas que en el consumo de la mesa familiar se va generando una legitimidad para este cambio estratégico en la producción?
CA – Hay una caída muy grande de la población rural que se dio al inicio de los ochenta. Distingo dos grandes impactos en el arraigo de las comunidades agrarias, sobre todo en las provincias que desarrollaron la soja como parte de las comodities principales. El primero fue la mecanización en la agricultura con nuevas tecnologías, donde los campesinos que venían con técnicas antiguas no se adecuaron y fueron quedando relegados, dejando el arrendamiento de tierras para irse a la ciudad. La segunda ola vino con la revolución verde, es decir, la siembra directa y la aparición del paquete tecnológico de Monsanto. Nuevamente, hubo familias que no se acomodaron y emigraron a la ciudad. Ahí es cuando se da acá la gran concentración de tierra.
La tasa de crecimiento de la población rural va en picada en la provincia de Entre Ríos. Se hizo un análisis histórico desde las colonizaciones de 1860, hasta la actualidad, y se ve como las comunas fueron despoblándose. El número es tremendo. Entonces, hablar de arraigo rural en localidades donde no hay nadie es muy difícil en términos políticos, porque no hay nadie. Y de esos pocos que quedan, ¿quién llega a ellos para sostenerlos? Ese es el tema que nos estamos encontrando. Nosotros podemos ir a producir trigo, maíz o soja, ¿pero con quién?
PFFM – Daría la impresión de que hay un desafío grande en esquivar el romanticismo que hay de la vuelta al campo y del perfil del campesino. Uno nota que en torno a la soberanía alimentaria hay una gran cuota de hippismo en sangre, y cuando se quiere hacer estrategias con otra impronta, termina funcionando como un obstáculo.
CA – ¡Sí, está claro! Ahí hay una discusión de sentido muy de fondo. Por eso creo que uno de los méritos de UTT en los últimos años fue trabajar en la referenciacion de productores para que escalen a los niveles políticos de representación y puedan ser la voz de la organización. Quienes pudimos ir a universidad tenemos cierta diferencia, posibilidad para acceder a sectores que los compañeros campesinos no. Hoy todavía nos encontramos con mucho analfabetismo, obstáculo que pensamos que no iba a existir. ¿Cómo hacemos que esos compañeros o compañeras puedan ser referencia de organizaciones campesinas? Porque si no terminamos siendo una pequeña burguesía intelectual que piensa por el actor principal, y seguimos adoptando una actitud paternalista sobre quien tiene que llevar adelante la reforma agraria. Todavía no han podido las organizaciones en general salir de eso. Creo que la UTT lo entendió y viene trabajando un montón en esas referencias, en fortalecer esos nuevos liderazgos.
PFFM – En términos de perspectiva ¿Cuál es el principal obstáculo que ves que tiene esta nueva forma de producción para la mesa familiar? ¿Es la tierra, el crédito, la capacitación, la estructura organizativa, la comercialización?
CA – En Entre Ríos hay mucha tierra potencialmente accesible. El inconveniente no es la falta de tierra, porque hasta se consigue que la prestan para que lleves adelante la producción. El tema es cómo desarrollarla. Entonces hay dos cuestiones. Primero, un problema de maquinaria agrícola para iniciar las labores. Lo que se necesitan son herramientas de muy baja tecnología: algún arado, un tractor viejo, una sembradora. Con eso ya motorizas un montón. Y hay mucha tierra disponible. Incluso si tuviéramos que arrendar tierra, es muy económica a comparación de las zonas núcleo de desarrollo hortícola, por ejemplo. Ahora, si nosotros quisiéramos encarar producción de cereales necesitamos un capital que hoy no tenemos para llevar adelante. Hace dos años nos preparamos para hacer treinta hectáreas de trigo, y llegamos a hacer solamente tres. No llegamos por falta de capital. Hoy ese campo tiene las mismas treinta hectáreas cuidadas, preparadas para hacer trigo agroecológico en junio, cuando tendríamos que iniciar la siembra, pero no tenemos articulación con el Estado para poder llevar adelante la producción. Hablamos de treinta hectáreas. No es nada; un número que no existe para la escala provincial. Si con quinientas hectáreas no existís en los cereales, imagínate con treinta. Pero ahí no tenemos posibilidad de resolver. Para el Estado es muy económico, pero el beneficio directo es la producción de harina. Puede estar disponible a un precio absolutamente diferencial. Hoy hay un problema de tecnificación, de maquinaria colectiva.
Por otro lado, la comercialización es clave. Nosotros creemos que en la costa del río Uruguay hay que generar un mercado concentrador que parta del desafío de descentralizar el Mercado Central. En la zona de Colón y Concepción del Uruguay debería estar este mercado, para nuclear todo el corredor de la línea sur y de la costa del río. Hoy el rol lo cumple el mercado “del Charrúa” de Paraná, y es el único de la provincia. Entonces, pasando en limpio, el problema sería la mecanización y la comercialización.
La tierra no es un gran problema acá. Si bien es una demanda histórica, nos encontramos con mucha tierra ociosa, posible de llevar adelante incluso en una propuesta con los dueños de volver a incluirnos en el sistema productivo. Después tenemos compañeros que tienen ochenta hectáreas y ocupan solo mil metros cuadrados criando gallinas para sacar huevos. Es una realidad. Y otra señora que tiene 120 hectáreas y solo hace dulce de leche y conservas para vender. Todo lo demás no lo desarrolla porque no tiene capacidad. Incluso hasta intentamos hacer una suerte de colectivización de producción con varias familias, pero éramos todas familias pobres sin maquinaria.
PFFM – En términos formales, ¿cómo es el mapa de actores en la provincia de Entre Ríos, y el recorrido de lo que se viene construyendo?
CA – Dentro de las organizaciones campesinas en Entre Ríos está la rama agraria del MTE (Movimiento de Trabajadores Excluídos), con presencia en Concordia y algo en Parana. Después la Federación Nacional Campesina que es un instrumento de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), con presencia en algunos lugares de la costa del Paraná y el norte de la provincia. Y después estamos nosotros. Una de las tareas que emprendimos fue la de intentar a volver a nuclear una vieja federación de mujeres campesinas. Acá hubo un trabajo de la Acción Católica Argentina que dio origen a las Ligas Agrarias. Y de esas Ligas quedó esta federación de mujeres campesinas muy dispersas por la provincia. Estamos tratando de ir encontrándolas. Esos seríamos los actores que componemos el mapa de las organizaciones campesinas de base. Después está el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), un actor fundamental, pero que también su mirada limitada ha incidido en los límites que encontramos en la organización del sector ahora. Si bien incorporaron ingenieros y directores de área muy interesantes, en la línea operativa siguen siendo del viejo esquema. Entonces tenemos algunas tensiones con ellos, pero que son positivas porque se pueden abrir puertas. Por último, el Estado provincial con la secretaría de Producción invisibiliza al sector de la agricultura familiar y se avoca centralmente a cereales, cítricos y todo lo que es la cadena avícola.
PFFM – En el campo propio y a nivel ideas, estilos, factores, ¿qué te parece que es lo que más ayuda y lo que más dificulta? Viendo esto que comentas, la diversidad de organizaciones termina siendo a veces un factor de fragmentación.
CA – Mirá, nosotros seguimos teniendo un trabajo muy grande para la construcción de consenso. Porque indefectiblemente, cuando esto se dinamice un poco más, van a tener que articular igual con nosotros. Entonces, en vez de poner la diferencia como inicio de la relación, intentamos poner aunque sea el único punto de acuerdo que tenemos. Y desde ahí vamos construyendo con la lógica de “uno por uno”. Cumplís uno, avanzamos uno más. Nos fallás uno, y lo pensamos. La idea desde nuestro lado esta así planteada. Es muy dificultoso, pero la idea general es que ni bien pase la pandemia organicemos una gran reunión con los actores para armar una mesa provincial donde se discutan los pros y los contras, pero que veamos las perspectivas y no las divisiones.
PFFM – ¿Y cómo está planteada la construcción de liderazgos?
CA – Hay que hacer un trabajo enorme en la formación política. Hay mucha confusión, incluso entre los que tenemos más experiencia. Si se desconoce qué es el Estado, cuáles son sus instituciones y por qué actúa de la forma que actúa, dificulta mucho la construcción de liderazgos. Pero no nos construimos desde el academicismo, sino desde la representatividad natural que tienen los campesinos en el sector. No es lo mismo que vaya yo, Cristián Acosta, que viene de la ciudad y que tiene formación académica, a una reunión campesina a que vaya Alicia Shwarman, que tiene 73 años y es una mujer campesina de toda la vida, luchadora ambiental, y que junto a sus dos hijas llevan adelante cincuenta hectáreas de producción. Seguramente Alicia no va a comprender la disputa geopolítica por los recursos, ni la relación de la Argentina en el mundo, pero sin lugar a dudas va a entender cómo el modelo productivo la deja afuera de la vida campesina y ese es el punto desde donde se genera una empatía real con los productores.
Eso no quita que tenemos que hacer un enorme esfuerzo para elevar la calidad política de esas compañeras, para que ocupen una representación de la cual no signifiquemos nosotros un tapón. En ese sentido, como digo, los esfuerzos son grandes. Por eso trabajamos con mesas muy democráticas a la hora de discutir. Más allá de que se tarde mucho a la hora de tomar una decisión, agotamos todas las instancias de discusión para llegar a la resolución.
PFFM – Y hablando un poco de lo generacional (mencionabas una trabajadora de setenta años). ¿Cómo ves el recambio generacional?
CA – El sector más activo son menores de 35 años. Y hay una franja muy particular que va de los 20 a los 25. La juventud está muy marcada en la organización. Entonces nosotros les dimos responsabilidad, a pesar de su juventud. Los grandes son habitualmente los que dictan los talleres y las formaciones, y van gestando el desarrollo productivo. Pero intentamos que las responsabilidades gremiales, si querés decirle así, las asuman los jóvenes, que son los que más dinamizan. La mayoría de los delegados tienen menos de 34 años. Es más, solo cuatro de veinte somos mayores de 35.
PFFM – Si bien la UTT tiene una identidad que se va consolidando, es una organización bastante cercana en el tiempo. Recién hablabas de una diferenciación con otras organizaciones como CCC y MTT. ¿Ya hay una identidad UTT o está de fondo una construcción de años y de experiencias que funciona como acuerdos implícitos?
CA – Hay una identificación importante en la mayoría que se asumen como parte de la UTT. Pero bueno, el desarrollo que se dio en Entre Ríos venía medianamente construido de antes. Veníamos de tres o cuatro años de conocernos. De ese núcleo dinamizador que inicialmente abrió la posibilidad para que se transforme la organización en la provincia, vimos que en los primeros meses, incluso hasta el principio de este año, fueron los sectores que por una cuestión de subestimación no trabajaban en incorporar masivamente a los campesinos. Pensaban que primero había que organizarse, saber bien qué estábamos haciendo, y después salir al encuentro de nuevos campesinos. En el departamento de Uruguay trabajamos con una lógica distinta: primero salgamos al encuentro de la mayoría, para que la mayoría que de ideas hacia adentro de la organización sea del sector agrario. Porque las ideas que se priorizaban al inicio eran de la ciudad hacia el campo, no del campo a la ciudad. De ese grupo inicial, que éramos unos diez, quedamos en absoluta minoría en relación a los sectores campesinos. Ahora las ideas se corrieron. Tenés realmente organizados a los campesinos, y no militantes disfrazados de campesinos. Intentamos que sean militantes, claro, pero antes son campesinos.
Más allá de que los que motorizaron la UTT son excelentes compañeros y compañeras, provenían de una idea pequeño burguesa con una mirada de ciudad. Si queríamos darnos una identidad campesina teníamos que transformarnos dando vuelta la torta. Entonces, de las ochenta familias que tenemos hoy, setenta son campesinas. Y los otros diez, si van a ir aumentando depende de cada territorio. En Gualeguaychú, por ejemplo, crece más porque es un departamento donde el rol del municipio tapona mucho el desarrollo, y es donde más están esas ideas, esas miradas paternalistas de la ciudad hacia el campo. Ahí la base casi que no crece. De hecho, se va achicando.
En Villaguay en cambio, empezamos a trabajar con una familia de la comunidad charrúa, en abril del año pasado, y hoy llegamos a casi sesenta familias en el departamento. Ellos pensaban que nosotros íbamos a dirigir nosotros como se organizaba el departamento de Villaguay, pero mi planteo fue al revés: “si ustedes van a constituir UTT en Villaguay, tienen que dirigir ustedes”. No creer lo que escuchan. En su territorio ya habían estado otras organizaciones, los habían convocado a una mesa y ofrecido organizarse, pero era con la mirada de un liderazgo de afuera de la comunidad, y por eso finalmente no ingresaron. Con nosotros trabajaron unos cuatro o cinco meses, estudiándonos y viendo lo que queríamos hacer. Cuando tomaron la decisión crecieron muy rápido, porque ya estaban absolutamente convencidos.
CONTACTO INSTITUCIONAL
UNIÓN DE TRABAJADORES DE LA TIERRA – ENTRE RIOS
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