DESDE EL FIN DEL MUNDO, RECOMENZAMOS
“Fueron a buscar un Papa casi al fin del mundo” dijo Jorge Bergoglio cuando, ya como Francisco, salió por primera vez a encontrarse con la gente reunida en la Plaza San Pedro desde el balcón.
Ir casi al fin del mundo. Tener que ir hasta allí. Y ahí buscar – y encontrar- un Papa. No es sólo la primera lectura referida a la lejanía geográfica de Argentina, país periférico y austral, de lo que habla la frase. No se trata sólo de un cardenal sudamericano elegido Papa. Se trata de un signo de los tiempos que indica o puede indicar que el centro parece agotar su capacidad para trazar las vías hacia un futuro sustentable y demanda la inyección de una perspectiva que incluya la potencia de la periferia en una nueva arquitectura global. “Fin del mundo” se puede leer desde ahí también.
La novedad de esta irrupción se ha plasmado en los planteos, provocaciones y lineamientos que Francisco ha desplegado desde Santa Marta para el mundo. Y también, visto ya en perspectiva, en las incomodidades, en las resistencias, en las incomprensiones y en las dificultades de recepción e interpretación que estas provocaciones generan. Y también , visto en perspectiva, en los límites de concreción e implementación de las mismas.
En un punto, entonces, la cuestión no es sólo ni tanto el origen o el perfil del Papa, sino más bien otra serie de preguntas menos anecdóticas y no tan evidentes, pero que son preguntas disponibles y desafiantes que vale la pena formular: poner a resonar el significado de un Papa del sur y las palabras que trae en un campo de mayor alcance al ya de por sí complejo del mundo religioso y eclesial. No es casual, en este sentido, que la figura de Francisco haya tenido una recepción fuerte en ámbitos, justamente, fuera de los espacios de la Iglesia y entre personas que se vinculan a los temas que él propone –o que sus gestos convocan- desde lugares y perspectivas que trascienden o directamente no tienen que ver con lo religioso.
Un campo de otras preguntas, en otro campo de resonancias. Pero, al mismo tiempo, formuladas e indagadas con conocimiento “desde adentro” de sus contenidos teológicos, espirituales e incluso eclesiológicos y pastorales – hasta organizativos y de estrategia- que iluminan con otros significados las cosas que Francisco propone.
Es un ida y vuelta: por un lado, sacar el pensamiento, las propuestas, las provocaciones y las preguntas del Papa del campo meramente religioso. Y, por otro, ir hacia ese afuera con un movimiento que va al centro propiamente religioso -digamos mejor cristiano-evangélico- de estas palabras.
"Se trata de un signo de los tiempos que indica o puede indicar que el centro parece agotar su capacidad para trazar las vías hacia un futuro sustentable y demanda la inyección de una perspectiva que incluya la potencia de la periferia en una nueva arquitectura global. “Fin del mundo” se puede leer desde ahí también."
IDEAS FUERZA
¿Cuál es la potencia y alcance de las propuestas de Francisco a la hora de pensar la emergencia de nuevos centros de poder en un mundo multipolar? ¿Dónde se concentra el núcleo de su esperanza para lograr desatar un proceso de transformación social que dé lugar a un “recomienzo” del mundo? ¿Qué implicancias tiene su mensaje a la hora de abordar la solidaridad y la cooperación internacional desde una perspectiva cristiana?
El presente documento presenta siete ideas fuerzas a partir del Papa Francisco y de su mensaje con la intención de iluminar dimensiones estratégicas y generar nuevas perspectivas de acción.
Al mismo tiempo, agregamos otra dimensión: estas ideas están planteadas desde un trasfondo social e histórico concreto. Se trata de una periferia anómala dentro de la complejidad y singularidad propia de América Latina. El lugar de Argentina en el continente y en el mundo, su tradición política y su trayecto histórico, su teología y se camino de transformaciones y experiencia es un humus del que surgen y al mismo tiempo un aire en el que se las puede hacer sonar con connotaciones que enriquecen su significado.
La propuesta es ampliar la reflexión con estos elementos. Y experimentar un poco. Conectando las ideas universales del Papa con sus fuentes prácticas y existenciales. De ese modo entendemos que será posible devolver estas ideas al campo de la praxis y de las realidades locales y globales con un plus de fuerza, significación y desafío.
FACTOREAR A FRANCISCO
No basta citar a Francisco, no alcanza con leerlo, hay que factorearlo y hacer una operación sobre él para poder, básicamente, aprovecharlo. Su mensaje tiene más de político pastoral que de propiamente pastoral. La única respuesta lógica a un planteo pastoral es otro planteo pastoral y la única respuesta consistente a un planteo político es otro planteo político. Por eso creemos que más que pensarlo e interpretarlo, lo que hay que hacer es factorearlo. Desarmarlo para poder componer la cadena de equivalencias que convergen en su figura, y así poder comprender también que Francisco es en sí mismo una operación de articulación. Porque la cuestión de fondo que lleva a Bergoglio a la cátedra de Pedro y que lo pone en Santa Marta es una crisis de hegemonía interna y externa, que demandaba una nueva articulación para desatar un recomienzo de la Iglesia. En esta tarea necesaria para hacer de su mensaje un insumo para la acción, puede ser útil ir a su fuente, Argentina, para comprender la sustancia y el sustrato de esa matriz.
LAS HIPOTESIS DE TRANSFORMACION
Francisco es un Papa que tiene que ver con el poder y la misericordia. Es un Papa pastor y de acción. Francisco renueva y rompe ciertas hipótesis de transformación que se han circulado en la Iglesia y las pone en otra clave. Hay una originalidad en lo que él plantea que desafía no sólo a los conservadores sino también a los progresistas. Son planteos que rebalsan los esquemas binarios e introducen perspectivas que abren otros caminos. Esta dinámica forma parte también de las tradiciones del pensamiento argentino. En este sentido, la frase más polémica o provocadora a la hora de abordar la cuestión de la transformación social puede que sea “el mundo no es un problema a resolver, es un misterio gozoso”, definición que tiene su correspondencia o correlato con esa sentencia categórica de Francisco: “la Iglesia no es una ONG”. Aquí hay una tesis fundamental respecto a cuál es el rol que tiene la Iglesia en el marco de esta transformación. No se trata sencillamente de contener y auxiliar lo que queda afuera como consecuencia de la cultura del descarte, sino que hay que comprender que en el mundo se está librando una disputa por el alma de los pueblos y en esa batalla se juega el futuro de todos y todas.
EL PUEBLO COMO SUJETO
El concepto de pueblo no es para nada original en la Iglesia, sino que es constitutivo de ella y propio de la tradición judeo-cristiana. Pero se enriquece al reaparecer en el centro de la Iglesia desde el Sur, y no desde cualquier Sur, sino desde Argentina, una periferia anómala. Anómala por muchas cosas pero sobre todo por tener un populismo exitoso, viable y persistente, y que es anómalo incluso en la serie de los populismos. Es esa persistencia lo que lo convierte en una amenaza, lo hace condenable y, en todo caso, siempre inquietante.
Es por eso que la noción de pueblo de Francisco merece ser indagada y profundizada. Tanto en América Latina como en el Sur global y de manera particular en los países centrales. Es una indagación que debe ser encarada no solo desde la Iglesia, sino que interpela también a los diversos paradigmas y tradiciones de cambio social. La categoría de pueblo tal cual la plantea Francisco tiene cosas que decir. Contiene una riqueza que es el correlato de su ambivalencia y polifonía de sentidos. Cuando Francisco habla de pueblo puede referirse al mismo tiempo al Pueblo de Dios, al pueblo-pobre-trabajador o al pueblo como colectivo social. La potencia y los sentidos de esa ambigüedad se transforma en una polivalencia fecunda al relacionarla y anclarla en lo que ha significado la palabra pueblo en la cultura de origen de Francisco.
Ahí hay cosas para trabajar teniendo en cuenta todo ese campo de tensiones, composición y descomposición de ese significado. Profundizar en esto es clave, ya que en su mirada, el sujeto teológico, pastoral y político es el pueblo.
"El concepto de pueblo no es para nada original en la Iglesia, sino que es constitutivo de ella y propio de la tradición judeo-cristiana. Pero se enriquece al reaparecer en el centro de la Iglesia desde el Sur, y no desde cualquier Sur, sino desde Argentina, una periferia anómala."
PRINCIPIOS PARA LA CONSTRUCCIÓN DE UN PUEBLO
El tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es superior a la parte. Los cuatro principios presentados por Francisco en la Evangelii Gaudium están pensados en la perspectiva, la temporalidad y la lógica de los pueblos.
Al analizarlos se los puede inscribir en el marco de la filosofía, de la doctrina social o el magisterio de la Iglesia, pero en verdad son principios que van más allá de esto. No hablan solo de doctrina o de religión.
Son cuatro principios para la construcción de un pueblo, para conformar ese sujeto teológico, pastoral y político. Más que los de un teólogo, son principios de un pastor y de un estratega. También son, sobre todo, criterios de conocimiento y de práctica. Coordenadas de una praxis, de un discernimiento y de una construcción.
LA RESPUESTA A LA (ALTURA DE LA) CRISIS CIVILIZATORIA
El papado de Francisco sucede en un momento de movimientos geopolíticos drásticos, debates bioéticos intensos, tensiones culturales agudas y crisis humanitarias dramáticas. Francisco no esquiva estos conflictos y desafíos, sino que los toma, los abraza, los sacude al mismo tiempo que los acaricia. Cada uno de sus documentos es un paso al frente y una apuesta –algunos más jugados que otros- en medio de esta aldea global en ebullición.
Se empieza por casa, dice el refrán popular, y por eso la Evangelii Gauidum es un reordenamiento interno para salir al caos y protagonizarlo. Laudato Si es una apuesta geopolítica que apunta al corazón de la contradicción y los límites del sistema mundo. Amoris Laetitia, muestra la voluntad y necesidad de abordar los desafíos de la reconfiguración de los vínculos. Gaudete et Exsultate, indaga la cuestión de los liderazgos y las subjetividades. Christus Vivit, es una apuesta por el futuro desde los jóvenes. Se puede mirar esta serie como un simple conjunto de documentos eclesiales. Pero toma otra potencia si se la confronta con los núcleos de la crisis de occidente. El magisterio de Francisco puede ser interpretado como un ensayo de respuesta a la crisis civilizatoria presente.
En ese sentido, más que ser una continuidad en la serie de los documentos de la Doctrina Social de la Iglesia, los planteos de Francisco pueden y piden leerse en relación con lo que estuvo en el origen de la misma.
La Doctrina Social fue la respuesta a la irrupción de los trabajadores, la cuestión social y también al pánico a la revolución y la guerra. Esa misma tensión se percibe y extrema en el mundo de hoy. Como continuidad y también como exigencia de invención.
UN PROGRAMA DE ACCIÓN HACIA ADENTRO Y AFUERA
Esta respuesta de Francisco deja en un segundo plano los diagnósticos y el deseo de los melancólicos por un mundo que ya no existe. Hay una decisión de protagonizar la salida.
Es una respuesta profética y política, que fija un programa de acción hacia adentro y afuera. Evangelii Gaudium es un shock institucional y replanteo existencial de la Iglesia, y sobre todo, una apuesta por hacer renacer la vitalidad del pueblo de Dios que, supuestamente, la institución busca contener y dirigir.
Señala que no se trata de minorías intensas y mucho menos de purismos contraídos sino de generar protagonismos amplios e iniciativas valientes que asuman y desafíen la contingencia. El envío es hacia las multitudes, ahí está la vida. Pero esa vida se encuentra amenazada por un sistema global que mata, descarta y destruye. Lo que ya estaba presentado en los párrafos que van del 52 a la 60 de Evangelii Gaudium, se despliegan en la encíclica Laudato Sí para dejar claro que este mundo, tal cual está ordenado, no aguanta más. Es un planteo que va al núcleo de la contradicción del capitalismo, y más precisamente de su fase actual de desenvolvimiento que es el neoliberalismo. Retomando el poderoso planteo de la Teología de la Liberación que recuerda que son un mismo grito el de la tierra y el de los pobres, Francisco deja en claro que no hay resguardo de los bienes comunes sin un protagonismo de los pueblos.
El cuidado de la casa común demanda pueblos ejerciendo sus derechos como soberanos.
"Las transformaciones demandan un momento de creación, un momento “maradoniano” que destrabe el juego y habilite el desenlace. Y esa tarea implica la soledad del coraje y el temple personal. "
LA AUDACIA COMO VIRTUD
La inercia de las instituciones y los modelos macroeconómicos solo puede ser interrumpida por una apuesta, una interrupción de los procedimientos monótonos que rompa el protocolo y habilite la novedad. Francisco toma riesgos, se compromete con las palabras y crea un mundo con gestos. Santa Marta como residencia, las conferencias de prensa en los aviones, arrodillarse a besar los zapatos para exigir la Paz. Hay una frescura y una espontaneidad que es propia del arrojo, de lo no calculado, y es por ahí mismo que se filtran su matriz y su fuente. En la conducción hay algo que tiene más que ver con la astucia que con el cálculo, con lo no planificado, lo no estructurado, la intuición y la inmediatez de estar. Quizás hasta con la arbitrariedad y la singularidad total.
En un mundo clausurado por los dispositivos y las burocracias, es el momento de la contingencia en el cual puede aparecer lo novedoso, ya que es justamente esa la dimensión de la transformación. Usando una metáfora futbolística se necesita alguien que pueda romper las líneas.
Las transformaciones demandan un momento de creación, un momento “maradoniano” que destrabe el juego y habilite el desenlace. Y esa tarea implica la soledad del coraje y el temple personal.
Sin liderazgo creativo y sin riesgo no hay ruptura del statu quo. La transformación exige la agencia del sujeto que rompa con la estructura y habilite lo nuevo. Francisco no le teme a eso, hace sus apuestas, corre los riesgos y abre nuevos horizontes. Las puertas que se abren son una invitación a explorar y avanzar.